LOS CINCUENTA DE JOAQUÍN
Tiempo dorado, que con paso quedo,
su mirada oculta tras los cristales,
sus palabras de risa,
abarca en sus brazos.
Junto a nosotros,
ya hace tanto tiempo.
Sus labios tenues, escondidos,
su sonrisa arrugada,
junto a la nuestra.
Tiempo que tus días gravas en oro
y acompañas en tu andar
nuestros andares,
y esperando, justo detrás de ti,
junto a ti, junto a nosotros y nosotras,
saciar la sed, samaritana,
Magdalena, en óleos, perfumar el cuerpo,
subir a la montaña la roca inmensa de la verdad incontestable:
-¡Esto es así, y no hay más hostias!
Burlar al gigante de maldad con argucias lisonjeras,
recordar y no estar de acuerdo:
-Ya se lo hará es su problema, y yo a lo mío.
Es seguro que contigo
cualquier tiempo pasado nunca fue mejor,
que el presente se escribe en el momento,
y el vivirlo hasta el hastío se nos hace obligado
y en sangre y hierro y con Hierro estoy de acuerdo,
me haces recordar su tiempo.
“…su tic-tac, olvidado…
monótono y aburrido…”
Próximo y lejano
a la vez marcas con tu acento,
entre despachos y en papel de planos
dejando las huellas de tu rotring
y en la mano, en la mesa, justo al lado
un vaso, tu vaso,
exactamente, con un cubito de hielo
solo;
-Es que son la leche, que no lo entienden,
¡solo un cubito!
Radicales verbos que conjugas
de bondad asustadiza para aquel que te conoce.
En disimulo te vas y no te vemos
discreción que te propicia
un cierto número de grados,
el cansancio de la noche
o el tema aburrido del momento.
Capaz eres si viene el caso
de agotar ingiriendo un manantial embotellado,
y realmente al día siguiente
con el sabor de malta y en roble envejecido
nos obsequias con aquello inesperado
y en el mes de agosto, casi ya es una costumbre,
tú llegas, acostumbras por la noche,
y envuelto, muy envuelto: el paquetito.
Eres diferente, y eres nuestro,
único,
esta ha sido nuestra suerte.
Octubre de 1999
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miércoles, 4 de febrero de 2009
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