ROSA
Nada
pudo ser inmenso
como
fueron esos ojos de miel tan dulce
que
atienden a la mano que sabe tomarte.
Te
dejas llevar suavemente;
las
respuestas son torpes,
equívocas
y a nada te llevan.
Sólo
puedo acompañarte desde la distancia,
desde
entonces
¿recuerdas?
que
te tuve al lado, eras niña,
tú
me respondías…
Llamadas
que a veces yo no oía.
Sonrisa
amplia que te recorre aún pese al paso del tiempo,
lánguida
mirada, a veces, que yo me pierdo en ella,
fuerza
vital que de dentro surge.
Madre
que cumples y vigorosa
levantas
a quienes son tuyos
y
junto a ti se agrandan.
Huracán
que todo lo arrastra,
te
tumba, y con él caes
sin
embargo de nuevo te levantas.
Mil
veces, mil veces mil.
Tus
manos dibujan palabras de asentimiento
caricias
ignotas que se buscan,
apenas
encuentro, ni encontramos,
guardas
recónditas,
importa
recuperarlas, percatarse,
hacerlas
mías.
Urdirlas,
que las presienta, que las barrunte
que
proceda a comprender
que
parte a mí me pertenecen.
Que
fueron mías las sonrisas,
que
puedo precisar en mí esa mirada,
trasladar
al tiempo y hacer de cada día
ese
torbellino de fuerza que posees
parte
mío y compartir contigo.
Que
dulce, que tierno el advertir
que
te siento próxima.